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06 febrero 2011

Cerrar capítulo

Dicen que una buena salida es mejor que una buena entrada. Y es verdad. Una vez que sales, una vez que te vas, te has ido… y por ello, no tendrías mucho tiempo después para enmendar lo que quisieras. Sin embargo, si una entrada no es tan buena… como ya estás dentro, tendrías tiempo de reconducirte.


Hay quien deja cordones umbilicales a veinte mil: personas, asuntos re-provocados, rencores sin sentido, falsos perdones, barrios, trabajos, hábitos diarios, diversión en una despedida de soltera en Conil, vacaciones en Punta Cana, negocios fracasados, etc… ya que pasen 100 años. Y como bien sabes, los cordones atan y te atan. Y eso, lo que empezó siendo uno o varios cordoncitos de cierta vida, termina siendo una cadena perpetua.



A ellos y ellas les hablo. ¿Por qué esos cordones? ¿No sabéis caminar solos/solas?


Porque la autoestima os la dejásteis en dos broncas sufridas.


Porque vuestro fondo de armario está en el mueble de los complejos. No hay más acomplejado que el que se guetiza en su inferioridad a la defensiva.


Porque mantenéis un tonto rencor, basado en no haber tenido la valentía de aclararlo cara a cara en su momento… muy probablemente por falta de razón y argumentos.


Porque tenéis tanta ira que os producís bruxismo –que no es brujismo en galego, jeje, sino que los dientes les rechinan al apretarlos, de día y/o de noche-.


Porque os creéis con derechos sobre el otro.


Porque vuestras vidas está tan vacías, que se recurre permanentemente a una escena del pasado.


Porque sois expertas en el falso victimismo, mendigando una absurda compasión social. Hay quien hasta por esto denuncia…


Entonces, ¿cómo puedes cerrar un capítulo?


La mejor manera de cerrar un capítulo es abrir otro en dirección opuesta. El “arte de la ostra”.
Las perlas son producto del dolor... resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. Cuando éste penetra en la ostra, las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se va formando una hermosa perla. Una ostra que no ha sido herida, no puede producir perlas porque las perlas son heridas cicatrizadas... capítulos cerrados.


¿Tienes una herida que te causa mucho dolor? Entonces produce una perla. Cubre cada una de tus heridas con varias capas de amor. La mayoría sólo aprende a cultivar resentimientos dejando sus heridas abiertas... alimentándose con sentimientos pobres, que impiden que las lesiones cicatricen.
En la vida vemos muchas “ostras vacías” no porque no hayan sido heridas, sino porque no supieron perdonar, comprender y transformar un dolor en amor. Vale la pena sonreír ante las heridas que recibimos como un medio de crecimiento personal.


La vida es tan bonita que es una serie interminable de capítulos…

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